No exageremos. El gusto por estar echado sin hacer nada, no veo que deba considerarse así nomás como impiadoso. Porque ¿de dónde ese como sagrado impulso por hacer, por realizar, deberá imponérsenos? Por qué junto con el latido tiene que venir el deber de efectuar cosas? Y si tal supuesto fuera un error de interpretación?
Los vegetales que pueblan la tierra, nada hacen, viven su vida, verdean y florecen, y disfrutan el agua, la luz, la brisa; si viene el temporal se soporta, si la seca tortura, se resiste, pero... ¿hacer? No, es todo cuestión de ver sucederse las noches y los días, las estaciones del año, el aliento del tiempo.
Y los herbívoros, los que pastan o ramonean, los que se alimentan de la cosa vegetal, ¿hacen?. No señor, van y vienen, buscan los mejores lugares pero eso no es sino parte de servir su mesa, duermen, y allá van, día tras día, no hacen, disfrutan lo que hay.
Ah, pero están los carnívoros, aquellos que se abocan a la ruda labor de la caza. Estos vienen más complicados de intención, ya que deben acechar, perseguir, atacar, matar... Claro que una vez superado el diario problema de comerse al bicho que a su vez se ha comido a la planta, se tiran a dormir la siesta, hasta la próxima campaña. Pero hacer, se diría, que bastante poco.
Sólo nosotros, los humanos, queremos "hacer". Hacer algo más que comer y reproducirnos. ¿Pero es que acaso hay algo más que se pueda hacer, que no signifique una pura ficción? En general decimos que hacemos para juntar cosas, para tener suficientes cosas de tal manera que luego podamos, tranquilamente, durante el resto del tiempo, no hacer nada...
Por qué entonces no empezar directamente por no hacer, por mirar el cielo mientras el cuerpo descansa de haber hecho nada?
Ni ganas de seguir escribiendo estoy teniendo…
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